lunes, 27 de abril de 2015

Hemos llegado a tal punto en la sociedad, que ni siquiera puedes decir lo que sientes sin que te juzguen.
Pero esto desaparece en las clases de filosofía, en las que digo cómo estoy con una metáfora y nadie entiende ni pregunta el por qué, o cuando encuentro a alguien que alguna vez pasó por lo mismo, entonces, me siento bien, porque por fin puedo contarlo, pero, sigo clavando las uñas en mi brazo como forma de desahogo. Sigo pasando noches sin dormir, porque mis problemas no me los quita nadie, y aunque haya momentos “felices”, no siempre es así.
Una vez, leí: “¿Eres feliz con momentos tristes o triste con momentos felices?” En ese momento, respondí sin dudarlo. Feliz con momentos tristes. Sin embargo, ya no pienso lo mismo, al menos no ahora.
Normalmente, la gente me dice que me rio demasiado o me tomo las cosas demasiado a broma. No me queda otra, aún así, me siento mal. Imagináos si me lo tomara todo en serio.
En ocasiones pienso que nada tiene sentido, en realidad. Que estamos aquí para morir. Luego le veo la sonrisa, miro a sus ojos azules y pienso: “¿Y si estamos aquí para hacer feliz a alguien?” Entonces, me doy cuenta de que la mayor parte de mis momentos felices llevan su nombre.

4 comentarios:

  1. Ayyy, esta entrada me ha gustado muchísimo, incluso más que la primera. Al tenerte tan cerca todos los días, veo como lo que dices, es cierto. Mi consejo es que únicamente te preocupes por Carpear el Diem!

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  2. ¡ Muchas gracias, Jesús ! Pero, ya sabes, a veces cuesta. 🙊

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  3. Muy buena entrada, bastante realista.
    A partir de ahora me fijaré en las metáforas, jajaja. Por cierto, totalmente de acuerdo con el principio de este post.

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  4. ¡Muchas gracias, Jesus! Nos vemos mañana 😁

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